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Una boda y 25 pinchos

  • Foto del escritor: Marivi
    Marivi
  • 19 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Mi boda fue un momento muy especial, no solo porque marcó una etapa nueva en mi vida la cual sería el inicio de una carrera llena de aventuras, sino porque mi familia, la cual está repartida por el mundo, pudo venir y acompañarme regalándome uno de los mayores momentos de felicidad pues son pocas las ocasiones en que "la manada completa" ha podido reunirse.


Sin embargo, aunque ya tengo experiencia de que en mi vida nada transcurre de manera normal, nunca pude anticipar lo que pasaría en mi noche de bodas (¡no sean mal pensados!). Como toda novia ilusionada semanas antes había planeado cada detalle con anticipación, mi sesión fotográfica fue hermosa, vestido ready, maquillaje natural y un peinado hermoso: un moño ligero, que al llegar al cierre de la sesión el fotógrafo me pidió que soltara para tomarme una foto con el pelo suelto, en ondas, todo romántico cual novia ilusionada. Quedé tan encantada con el resultado que me imaginé llegar al hotel el día de mi boda y hacer lo mismo, soltarme delicadamente el peinado para que mi amado viera mi larga melena caer sobre mis hombros de manera romántica, mientras compartiríamos alguna copita de champagne y hablaríamos del futuro ¡estaba decidido, repetiría el mismo peinado el día de la boda!


La boda transcurrió de manera normal y acelerada como suele pasar en estos eventos, recuerdo la risa y la algarabía, finalmente llegó el momento de despedirnos y partir al hotel donde pasaríamos la primera noche. El hotel nos recibió con las atenciones de lugar, nos transportaron en carrito de golf hacia la habitación mientras todos los turistas miraban a esta parejita aun ataviada de smoking y vestido de novia, que reía nerviosa. Al llegar a la habitación todo estaba de acuerdo a lo imaginado, champagna, entremeses, frutas....era el momento de ir a cambiarme a algo más ligero y proceder con el plan, soltar el peinado y ser la personificación de delicadeza y romanticismo. ¡y es aquí donde la realidad golpea!


El primer inconveniente fue el vestido, no sé a quién se le ocurre poner 99 botones en una espalda y no añadir un zipper, me tomó unos minutos y varias contorsiones, brincos y espasmos hasta que pude salir del ajuar. Mi recién estrenado esposo delicadamente tocó la puerta del baño y me preguntó si estaba todo bien - me imagino que por el ruido entre brinco y brinco ( me prometí a mi misma que si alguna vez volvía a casarme llevaría un asistente para estos fines o empacaría una tijera). Finalmente me miré en el espejo y empecé a deshacer mi elaborado peinado, sacando delicadamente, un pincho, otro pincho, más pinchos, siguen los pinchos...1, 2, 3, 15.....25 y ¡Oh sorpresa! el moño quedó intacto cual torre de Pisa, nada de efecto cascada, nada de ondas románticas. No podía ser, esto no podía estar pasando ¿qué habría salido mal?




En mi desesperación me di cuenta que aquel peinado se balanceaba de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, manteniéndose ergido por el mejor spray del mercado ( y la mejor peluquera definitivamente). Pasar a Plan B: agarrar y meterse a la ducha para desenmarañar aquello de manera rápida, salir con los mismos rizos románticos ¡pero mojados! ...pero la situación se fue complicando pues había dejado mis "elementos de belleza" en la maleta en la habitación por lo que procedí a juntar todos los potecitos de shampoo de muestra y tratar de desenredar aquello con un peine pequeño que, gracias a Dios, vienen de cortesía en lugares como estos.


Para no cansarles el cuento, mi amado ya impaciente, me dijo que por favor abriera la puerta del baño, qué no sabía que era lo que estaba pasando y cómo cuando se pone romántico me habla en inglés me dijo suavecito "are you okey?" mientras entraba la cabeza para encontrarse con vestido en el piso, 25 pinchos, tres potecitos de shampoo y novia totalmente empapada, aún con ¡moño intacto en la cabeza!


Muchos años han pasado de esto y como ahora estamos en pandemia y a las mujeres nos ha dado con limpiar todos los rincones de la casa, encontré hace unos días en una caja, los 25 pinchos atados con una gomita. Los ha guardado mi esposo durante todos estos años y los ha llevado con nosotros a todos los lugares en donde hemos vivido y a los que hemos llamado hogar. No puedo dejar de sonreír, creo que este matrimonio va bien.


 
 
 

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