¡Una vela y las cámaras de seguridad!
- Marivi
- 13 sept 2020
- 2 Min. de lectura

No sé si les he contado que trabajo en una empresa la cual me hace sentir orgullosa. Aparte de sus líneas de negocios, tiene una visión a futuro que estoy segura revolucionará la forma de manejar nuestras finanzas, pero esto es tema para otra historia.
Las oficinas están ubicadas en uno de los edificios más modernos y céntricos de la ciudad, de esas edificaciones inteligentes y green que impresionan; desde que entramos al lobby ya tenemos otro "feeling" y hemos relajado entre compañeros, que trabajamos en el Wall Street dominicano.
Nuestro piso es inmenso, decorado de manera moderna y con amplios ventanales que permiten apreciar la ciudad, la mayoría de las oficinas tiene vista hacia el exterior...¡menos la mía! Fui de las ultimas en integrarme al equipo, así que cuando llegué me tocó una oficina cerrada, sin vista y al lado del jefe (¿les he mencionado que tengo un jefe serio y formal?) pero con mi espíritu positivo y mis aires de publicista decidí convertir ese pequeño espacio en una extensión de mi hogar. La he adornado con fotos de mis hijos, recuerdos de navidad, tarjetas de cumpleaños, una bombonera y hasta una vela ......¡aquella vela que será protagonista de este relato!
La vela llegó a mi vida, como Mary Kondo, como el Feng Shui y esas cosas que prometen relajar y alinear mis chakras. Muy orgullosa y varias veces al día, solía prender mi velita para inundar mi oficina con su aroma a vainilla. Una tarde, inspirada y siguiendo la rutina, quise prenderla pero me di cuenta que se habían acabado los fósforos; una compañera muy gentil me prestó un encendedor pero como no soy muy diestra en el manejo de estos aparatos no encontraba la forma de no quemarme el dedo, volteando la dichosa vela de arriba a abajo y he aquí ¡donde el espíritu creativo me traicionó!
Arranqué una hoja de mi libreta, la prendí con el encendedor, tomé la velita sin darme cuenta de que la llama del papel aumentaba y consumía toda la hoja ¡no podia apagarla! pensé en pisarla pero ¡rayos no podía quemar el piso! me puse a dar volteretas como payaso de circo con antorcha en mano, miré a mi alrededor porque el humo ya inundaba la oficina y la hoja ya estaba prendida en fuego total, hasta que tomé una botella de agua que encontré y ¡zas! sumergí en ella el papel logrando apagar la humareda, incidente controlado o eso pensaba yo.....hasta que cuando subí mis ojos me encontré con el departamento de seguridad, extintor en mano, en la puerta de mi oficina, no podían parar de reír pues se me había olvidado contarles que frente a mi, se encuentran las cámaras de seguridad y mis compañeros habían disfrutado del incidente a todo color y en primera fila ( ya no me ven con los mismos ojos) y cuando nada podía tornarse peor suena el teléfono:
"ring, ring, Doña disculpe, es de recepción, que dice el jefe que a la persona que está jugando con la velita, que por favor la apague". ¡hay días y días señores!
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